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Publicado el 22 de Junio, 2009, en Noticias.

MUESTRA | FLOTA | EMILIO REATO | Pintura

Inauguró> Viernes 12 de junio de 2009 . 20:00
Duración de la muestra> Hasta el día domingo 5 de julio de 2009
“El nombre de Flota viene de la idea, la sensación de que todo está a punto de suceder y de que hay objetos más bien livianos y mucha tensión entre elementos”

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El realismo mágico es en América Latina un familiar del surrealismo y ambos, aunque diferentes, comparten como escuelas artísticas el apego al mundo onírico y a las múltiples realidades subyacentes a toda situación planteada. Aquí Reato nos lleva a mundos de infancia, a mundos mágicos donde los climas se superponen para hacernos sentir en otra dimensión, lo suyo es el realismo improbable. “Flota” es el nombre de esta muestra que parece proponemos esa manera de “estar”, sin gravedad alguna. Las figuras, las formas y los colores se arman para transmitir una poesía posible en un verano sin tiempo y en un espacio fuera del mismo.
Damián Masota

Sobre Emilio Reato, sin márketing y con amor:

Que Dios vive en la Capital Federal es una absurda mentira, que los medios y el poder económico están allí es verdad, que la llamada movida artística se ubica desde siempre por ahí también. Pero que el arte, como Dios si existe, está en todos lados tambien es una realidad contundente.

Emilio Reato es un pintor de las afueras de la Capital Federal, es un artista del conourbano bonaerense, vivió siempre en San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires, en el camino real a la villa de Luján. Los derroteros del arte y de los artistas no pasan solo por la gran ciudad, el mundo es ancho y generoso en uno y en otros.

Se hizo a sí mismo como buen argentino hijo de inmigrantes con el ejemplo de que la voluntad sumada al talento de los genes todo lo puede. Es un tanque italiano que se lleva todo por delante a fuerza de trabajo, “la prepotencia del trabajo”, como dijo Roberto Arlt, es la que creó al Reato pintor que hoy existe. Lejos del capricho de la moda, de la tilinguería de las miradas adolescentes y vacías de la obra políticamente correcta, lejos del mercado que crea mitos y modifica la mirada, lejos de la vanalidad. Ha tomado la pintura con una postura total, como un compromiso ético que no se separa de la estética. Comprendió desde los comienzos que ser artista sería una vocación a todo o nada. Es por eso y no por sola casualidad que su formación está anclada en la tradición pictórica mas férrea, fue discípulo de maestros que lo formaron en un trabajo compositivo solidísimo, tuvo la osadía de intentar pintar como los muralista mexicanos y estudió a Rivera, Orozco, Siqueiros durante años, de allí tomó a Giotto con la fidelidad que había tomado cuando niño al manual del alumno bonaerense. Su obra destila autenticidad de estas tierras, profundiza en los mitos de la cultura popular de la Argentina profunda, tamizados por la mirada propia y por el saber universal que tiene a cuestas, es así que su obra es de clase trabajadora y popular, de asado y ropa colgada, de perro con sobrenombre y sánguche de salame, su obra es poéticamente comprometida con los seres humanos de carne y hueso que sueñan sueños de grandeza y no dejan de luchar por obtenerlos. La suya es la poesía de la vida real, la del saber encontrar en lo que se vé aquellas realidades que no pueden entender los ojos físicos.

Hijo de un carpintero y una tana laburadora es maestro mayor de obras, hombre que hizo su primer gran cuadro levantando su casa hecha a fuerza de músculos y amor que crecían. Así como su mente la casa-obra fue mutando continuamente a modo de un ente orgánico que se adapta a la vida y al amor de sus habitantes. La mente del hombre, su casa y su vida es una sola cosa. La casa de Emilio no es un dato menor en estas líneas.

Vanidoso y mandaparte se dijo siempre con orgullo descendiente de Da Vinci, de Miguel Angel, de Morandi y de tantos otros. Siempre lo creyó y lo demostró en su trabajo. Las obras de Reato nos confrontan con ciertas solideces a las que no estamos acostumbrados hoy en día, en una época de ambigüedades su obra se presenta sin ninguna otra que la que realmente el artista busca presentar. La ambigüedad en su obra no está allí por el hecho de no saber qué decir, en todo caso se nos presenta por la búsqueda existencial del pintor que pintando busca y buscando pinta. Sus obras siempre plantean interrogantes, son abiertas en lo que nos pueden sugerir pero cerradas y circulares en su resolución pictórica. Se nos presentan con un gran recorrido hecho, no son obras ingenuas de ninguna manera. Son resultado de mucho camino andado, de mucho pensamiento, de mucho dibujo, de mucha contemplación, de un ejercicio de modificación de la mirada fiel a su duda primera, son obras de un gimnasta entrenado en la cancha del pintar contemplando. Palabra en desuso la contemplación fué para Emilio el refugio del mundo, su lugar de creación, de encuentro.

Como Descartes siempre duda, es su método, es su posibilidad, pero no para arribar solamente a las aguas aparentemente calmas de la razón sino para llevarnos a aguas aún más dudosas donde la razón se vuelve infantil, desaparece y nos lleva así a playas seguras donde pensar es absurdo y solo nos salva entregarnos al sueño, como niños adultos que vuelven a jugar sin temor. Emilio tiene un lenguaje propio que expresa en esas organizaciones personales de la imagen que crea en su trabajo un código que hay que aprender a leer. Y es por eso que sus trabajos son terriblemente inquietantes en su aparentemente ingenuidad. Creemos entenderlos en un principio, pero nos desconciertan después, nos desubican, y lo hacen porque toda buena pintura debe desubicar al espectador, sacarlo de sus clichés, sumirlo por un instante en la catástrofe de entrar en otra organización de la realidad, es la pintura que busca poner al hombre frente a sus preguntas de siempre: ¿quién soy?, ¿adonde voy? ¿de donde vengo? ¿para qué estoy?.

Damián Masotta
Paisajes inquietantes, poblados de animés

El artista presenta una selección de sus últimos trabajos. Un paseo imperdible por el “realismo improbable”.

Emilio Reato nació y se crió en el conurbano bonaerense, cuando todavía era un espacio semirural elegido por los inmigrantes para fundar sus casas. Creció con el barrio, San Antonio de Padua, situado a 40 kilómetros de Capital. El espacio lo marcó y lo dejó instalado en un límite que elige porque ahí se siente a sus anchas: “Soy orillero. De alguna forma, estoy en la ciudad, pero no… Estoy en el circuito artístico, pero no… Me gusta moverme en el interior. Además, estoy en el límite entre la figuración más anecdótica y lo más conceptual”, autodefine. Algunas de sus obras están expuestas actualmente en el Museo Contemporáneo de Salta (Zuviría 90).

Reato -”tano” alto, delgado, de ojos claros- siente que en este territorio indefinido hay una vitalidad interesante. “Me atrae ese límite entre lo kitsch y lo más clásico”, explica. Y ofrece más datos: “Crecí viendo pinturas de siervos en las casas, almanaques de Molina Campos. Luego me fui formando, entendiendo mi origen italiano, impregnándome del academicismo a través de la historia del arte. Hoy soy un rejunte de cosas que me da la televisión, la ciencia ficción, la cultura oriental…”. El artista cuenta que al lado de su taller hay un mercado chino, pero como no le interesa el realismo documental, usa los globos de las Chicas Superpoderosas avanzando en el aire como metáfora de la invasión. En sus obras también aparecen Astroboy, los Teletuvis, Mickey y Minnie entre otras figuras asociadas al animé o a las caricaturas.

Reato impacta con sus pinturas, quizás porque logra crear en ellas un clima inquietante particular, parecido a una permanente tensión entre lo terrible y lo bucólico. Confiesa que no sabe si es una manía, un estilo o un hábito. Sólo está seguro de que, cuando llega ahí (a ese clima), la obra está terminada.

Cuenta que de joven era “más dramático, más impresionista”, y había algo demasiado terrible en sus obras. Con el tiempo, la pintura lo fue ayudado a aliviar ese rasgo a través del color, la anécdota y los muñecos, pero la terribilita” sigue existiendo.
La figuración

El artista cuenta que le atraen las figuras antiguas, porque transmiten algo muy potente. “Dentro de mi iconografía estoy buscando eso”, explica. Para embeberse, siempre visita los museos tradicionales. “Hoy fui al Museo Arqueológico de Salta. Entre paréntesis, deberían hacer algo con este edificio de manera urgente. Se cae de la humedad y la colección es decadente. Uno llega a Salta con la idea de darse un panzazo de arte precolombino originario y nada… Es una pena. Pero bueno, amo todo el arte primitivo de todo el mundo, hasta antes del Renacimiento, cuando aparece el `yo’ como protagonista”. Entre sus series, Reato tiene una llamada “Me tenés harto Leo”, y hace referencia a este rechazo.

“Hacer figuración es muy difícil en este siglo. Hace 5 mil años o más que el Occidente se dedica a esto. Pareciera que está todo dicho”. En este contexto, no hay más alternativa que animarse a dar otra vuelca de tuerca. “No sé si estoy capacitado para hacerlo, pero en principio asumo este collage de cosas que soy y trato de masticarlo en un escenario aparentemente realista”.

A Reato, la idea de evolución en el arte le suena “darwiniana”. Duda, incluso, de la eficacia del concepto aplicado a la Humanidad. “No sé hasta dónde existe esa supuesta evolución. Si vos ves una pieza precolombina, el poder de síntesis y la técnica utilizada a la hora de elaborar esas figuras es superior al que podría lograr cualquier artista del 2010″, ejemplifica. “La pintura, como lenguaje, no se puede inventar. Entonces, lo que hay que hacer es contar cosas distintas”, sostiene.

Alguna vez, el artista encuadró a su obra en un “realismo improbable”. El concepto le es útil para definirse y para despegarse el rótulo de surrealista. “Son escenas que se pueden dar. Lo que hago es componer y ubicar las figuras en un escenario posible pero a la vez muy poco probable. De alguna manera, no me interesa que haya demasiado vuelo o fantasía”.

Su obra tiene que ver con un realismo vinculado a la memoria, con una condensación de recuerdos. Reato cuenta que la fotografía es su soporte. Las paredes de su habitación están cubiertas de imágenes que toma él mismo o “baja” de internet. Las deja reposar, van decantando y en algún momento se arma el collage en la cabeza. “Trabajo como en una improvisación de jazz. Las imágenes son notas que están dando vueltas y, en algún momento, se unen. Eso genera una tensión que se vuelve relato”. Y es así, las pinturas de Reato cuentan historias con recursos propios de la poesía. Impactantes. (MFA)
Emilio R e a t o

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